martes, 14 de diciembre de 2010

Cuento de Navidad

Un viaje a la felicidad

En el día de Nochebuena, dos hermanos estaban en la calle sentados en el frío suelo cuando un hombre se dirigió a ellos:
- ¿Que hacéis aquí con el frío que hace?
- No tenemos casa - dijo la niña.
- Acompañadme entonces.
El hombre se fue y los dos hermanos le siguieron. El hombre se montó en un carro llevado por caballos. Aunque los niños tenían mucho miedo, se montaron. Estuvieron en silencio todo el viaje hasta que el señor les dirigió la palabra:
- Esa es mi casa - dijo mientras señalaba una pequeña casa hecha de madera. Los niños y el hombre entraron en la pequeña casa, y los niños se quedaron boquiabiertos aún siendo la casa pequeña, fea, húmeda, y escalofriante. Pero los la veían grande, preciosa, calentita y acogedora.
- Hace un poco de frío. Mientras yo enciendo la lumbre, sentaos. Ahora prepararé un té.
El señor encendió la lumbre, preparó un té y cogió dos bollos para los niños. Los niños se lo comieron muy rápido y le dieron las gracias al buen señor. Se dirigieron a la puerta para irse, pero el señor los detubo:
- ¿Adónde váis?¿No váis a venir a mi casa de verdad?
Los niños se miraron y siguieron al hombre. Cuando llegaron al “patio” de atrás, vieron un carro llevado esta vez no por caballos, no, ¡si no por renos! Los niños pensaron que les estaba gastando una broma pero cuando los tres se subieron, ¡los renos empezaron a volar! Estuvieron volando durante horas hasta que llegaron a un sitio que tenía nieve por todos lados. Los niños se dieron cuenta de que al hombre le salía una gran barba blanca, que le salía una gran barriga y que tenía un abrigo rojo y blanco.
- ¡Papá Noël! - dijeron los dos hermanos.
- Si señor, aquí estaréis más felices que antes. ¡Jo, jo, jo!
Los niños estaban muy contentos de que Papá Noël los hubiera encontrado. Desde ese momento, la vida de aquellos dos niños fue la que cualquier niño desea: siempre tenían los juguetes que querían, tenían chocolate caliente todos los días... pero lo que más les gust ó fue, que tenían un padre que les quería y mimaba. Y además, se sentían afortunados por que nadie nadie más lo tenía.

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